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“Grey goo”: los límites de la ficción

Quién cree hoy en Orson Welles? Hay hasta quienes se atreven a decir que su mítico guión de la Guerra de los Mundos ha quedado en el olvido, y es imposible, aún en modernas versiones, que vuelva a suscitar el pánico de los años 30.
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Estados Unidos está utilizando robots en la guerra contra Iraq.
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Al presente le atraen novelas como las de Stanislaw Lem y Michael Crichton, donde la robótica y la inteligencia artificial desplazan el protagonismo extraterrestre.p También los futurólogos actualizan sus debates en torno al libro Engines of Creation, del ingeniero norteamericano Eric Drexler. Su teoría del grey goo (plaga gris) sobre la posibilidad de autorreproducción de nanorobots inquieta a este nuevo siglo.
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La insistencia en mantener el mito radica en el asombroso desarrollo a nivel mundial del diseño y la obtención de estructuras y tecnologías a partir de la manipulación de átomos, procedimientos que utilizan escalas miles de veces por debajo de las microscópicas.
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La libélula de silicio puede ser un instrumento de espionaje.
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Con los adelantos en la nanotecnología, que parecen acontecer a la velocidad de la luz, los beneficios de la revolución industrial del XXI podrían distorsionarse en una dinámica que se entrega a los centros de poder.
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Como en múltiples ocasiones, en las que los "buenos intentos" de los países líderes en progresos científicos han ido a parar al extremo opuesto, hoy se avizoran nuevos riesgos.
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La nanotecnología tiene importantes aplicaciones en áreas como la salud.
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Desde que Richard Feynman, Premio Nobel de Física en 1965, hiciera aquel "viaje alucinante" al interior de la materia, empezaron a tejerse con mayor rapidez las hipótesis sobre un mundo feliz: solo bastaba "poner cada átomo en su lugar".
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Con las leyes cuánticas y las nuevas propiedades de los materiales utilizados en la escala nanométrica, como los nanotubos de carbono, estructuras 10 000 veces más pequeñas en diámetro que un cabello humano y mucho más fuertes que el acero, la nanotecnología, según los científicos, podría solucionar cinco de los ocho Objetivos del Milenio planteados por la ONU, entre los más importantes, la erradicación del hambre y la pobreza, y marcaría el ocaso de la crisis energética.
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De acuerdo con el periódico británico The Economist, un breve salto en el tiempo muestra otras de estas promesas: potentes nanosensores para la determinación de contaminantes químicos en los suelos; artefactos resistentes al calor que bloqueen la radiación infrarroja; nanopartículas magnéticas encapsuladas en silicio que, como diminutos submarinos, entren al cuerpo humano y destruyan células tumorales; vehículos movidos por hidrógeno y hasta viajes no tripulados al espacio.
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Si bien algunos adelantos son ya un hecho real ––más de 400 productos han entrado al mercado y diversas investigaciones en la salud, medio ambiente, informática y otros sectores se llevan a cabo en todo el mundo–– el reciclaje de fórmulas que amplían la franja entre las naciones del Primer y el Tercer Mundo nos hace bajar los pies de la Luna.
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MONOPOLIOS Y PATENTES
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La nanotecnología ha iniciado una disputa a nivel internacional. Proyectos de millones de dólares echados a andar por Estados Unidos, la Unión Europea, Japón e Israel resaltan las diferencias, a pesar de la actitud emprendedora de otros más pobres como la India, Brasil, Argentina, México y Cuba.
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Según John Marburger, director de la oficina de Política Científica y Tecnológica de la Casa Blanca, Estados Unidos encabeza esta carrera, pero "nuestros competidores internacionales están desarrollando agresivamente sus propios programas en este sector. Es imprescindible que se genere propiedad intelectual básica en el campo de la nanotecnología y que esta resida en nuestro país."
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Y ahí radica uno de los principales problemas. Este sistema de propiedad intelectual, protegido por la OMC, privatiza, a través de patentes, piezas del conocimiento que necesitan los investigadores. Al mismo tiempo que restringe el acceso de estados en desarrollo al descubrimiento científico, revela el privilegio otorgado a las grandes transnacionales.
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Gigantes corporativos como IBM, General Electric, Exxon Mobil, General Motors, Intel, Fuji, Fujitsu, L¢ Oreal, Micro Technology, Kabushiki Kaisha y otros, concentran el mayor número de patentes, indica un reporte del 2007 de la publicación mexicana Fortuna.
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Sin embargo, además de estas preocupaciones y de las que pudieran derivar de los efectos para el cuerpo humano de los nanomateriales, en el área de la defensa se han desatado intensas alarmas.
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ARMAMENTOS EN MINIATURA
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Un número del 2005 de la Revista Signal, que edita la Asociación Internacional de Comunicaciones y Electrónica de las Fuerzas Armadas (AFCEA, por sus siglas en inglés), recoge una declaración ilustrativa. "Nosotros tenemos absolutamente que ganar esta carrera, similar a la de las armas nucleares. Esto es algo que no podemos permitirnos perder", dice Christine Peterson, cofundadora del Instituto Foresight dedicado a la nanociencia en Palo Alto, California, en el que califica como el principal mensaje que puede enviar a los militares.
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En el 2007, el Departamento de Defensa superó en presupuesto al resto de los que participan en la Iniciativa Nacional de Nanotecnología que promueve el gobierno norteamericano, con más de 400 millones de dólares. Otras de las agencias activas en este proceso son la NASA y el Departamento de Seguridad Nacional.
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La creación del Institute for Soldier Nanotechnology también forma parte de la llamada Revolución en Asuntos Militares.
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Las investigaciones actuales promovidas a nivel mundial apuntan a la obtención de armas nucleares mucho más rápidas y livianas, misiles cruceros guiados por satélites que puedan destruir un edificio a miles de kilómetros, chips cada vez más pequeños y motores en miniatura que permitan el ensamblaje de robots.
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Especial relevancia ha tenido para ese fin el desarrollo de los llamados MEMS (sistemas mecánicos microelectrónicos).
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En el 2006, ingenieros franceses recibieron un premio del Ministerio de Defensa de esa nación, al construir una libélula de silicio de 6 centímetros de longitud que podría utilizarse para el espionaje militar.
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Cada época ha vivido alguna de sus más significativas proezas científicas sin poderlas desprender de intereses políticos y económicos. Los más pobres han tenido que arreglárselas para asomar el rostro ante la competencia y las barreras que erigen las supuestas necesidades de seguridad de los líderes del orbe.
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La distopía de la que hablaba el escritor británico Aldous Huxley en Un mundo feliz, sobre los eficaces medios que nos entrega el progreso científico para avanzar hacia atrás, sigue su curso.
En una entrevista reciente de la BBC, el profesor Noel Sharkey, de la Universidad de Sheffield en Inglaterra, declaraba que hacia Afganistán e Iraq han sido enviados 4 000 robots. En diciembre del 2007 llegaron los primeros equipados con lanzagranadas y lanzacohetes. Por este camino, Estados Unidos podría, en el futuro, lanzar guerras con un ejército de robots.
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La tendencia a la miniaturización de estos soldados artificiales ha comenzado con la nanotecnología. Ese, tal vez, constituya un argumento esencial para que los futurólogos continúen acercando el abismo, y el mito del grey goo, anunciado por Drexler, permanezca fuera de los límites de la ficción.
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Por : Miriela Fernández Lozano
Diario GRANMA CUBA