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EL DÓLAR, LA INFLACIÓN Y SUS EFECTOS SOBRE LA ECONOMÍA CHILENA

El valor del dólar medido en las diferentes monedas principales como el euro, yen, libra esterlina, franco suizo, incluso frente al oro, ha estado disminuyendo constantemente.
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Este es el resultado de los dos desequilibrios crónicos que afectan a la economía norteamericana: el déficit fiscal y el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Ante la falta de soluciones de fondo para superarlos, todo indica que la moneda estadounidense seguirá su camino cuesta abajo.
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A lo anterior se suma la crisis financiera y crediticia, la reducción de la demanda de los consumidores y la inflación interna todo lo cual amenazan a EE.UU con una larga y costosa depresión, con repercusiones internas y mundiales impredecibles.
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Pero el precio del dólar no se desvaloriza exactamente en la misma proporción en todos los países. En unos ha bajado más y en otros, menos. Esto se explica por la situación interna de cada uno y de las políticas que siguen los gobiernos en cada caso.
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El poder de compra de dólares del peso chileno se determina en Chile como resultado de la libre oferta y demanda de dólares que llegan o salen de nuestro país. Por cierto está influyendo el notable aumento de la oferta de dólares y el excedente de la balanza de pagos que generan el espectacular aumento del precio del cobre, además de otras materias primas; a pesar de que buena parte de los excedentes que obtiene Codelco, el Fisco no los vende en el mercado interno sino que los coloca en el mercado financiero internacional y otra elevada parte del precio obtenido por las mineras privadas queda fuera por concepto de ganancias. Pero además del precio del cobre, el exceso de dólares proviene de los especuladores internacionales que mientras en EE.UU obtienen una baja tasa de rendimiento, por la política actual de la Reserva Federal de bajas tasas de interés, en Chile pueden duplicar el rendimiento de sus capitales porque el Banco Central fijó una tasa de interés que es el doble de la norteamericana.
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Este segundo factor, el movimiento de los “capitales golondrina”, tanto cuando entran como cuando salen, son de tal magnitud que superan con creces el movimiento del comercio de mercancías y servicios y son capaces, si no se los controla, de desestabilizar la economía de los países.
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Siguiendo dogmáticamente la línea neoliberal, el Banco Central abandonó la política de intervenir en el mercado de divisas, a pesar de que esas medidas reguladoras en su momento fueron, con toda razón, alabadas e imitadas por otros Bancos Centrales. (encajes temporales, compraventa de divisas, etc) Varios gobiernos asiáticos, además de China, desde entonces, intervienen activamente en el mercado cambiario para evitar que los especuladores desestabilicen la economía, como ya les ocurrió durante la llamada crisis asiática. Argentina también está practicando una intervención activa que se ha demostrado eficaz para evitar una caída del precio del dólar que signifique una sobrevaloración artificial del peso argentino con serias consecuencias para su economía.
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De lo anterior se deduce que el exceso de dólares en la magnitud que ha alcanzado tiene un carácter transitorio, pues los precios de las materias primas pasan por ciclos mas pronunciados que los bienes manufacturados y en algún momento ingresarán a la fase descendente.
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Entretanto, los agricultores pequeños y medianos y las industrias chilenas ya están experimentando los perjuicios de seguir exportando a un dólar tan bajo y arriesgan un cierre definitivo, con la consiguiente pérdida irreparable de fuentes de trabajo, conocimientos, contactos, etc. Además, un buen número de empresas nacionales terminarán siendo desplazadas, por las importaciones que se efectúan a un dólar artificialmente bajo. Por ejemplo, en la industria textil, vestuario, calzado, metalúrgica liviana, y en la agricultura, algunos cereales, leguminosas etc que atienden al mercado interno. (fenómeno ya visto en los años ochenta)
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Estos motivos justifican la intervención del Banco Central para impedir que las consecuencias permanentes de un problema transitorio afecten la débil diversificación de nuestras exportaciones y su valor agregado, así como para proteger a las PYMES locales de la competencia externa. Ello aconseja volver al régimen de mercado cambiario regulado por el Banco Central cada vez que el precio del peso sobrepase o caiga de una banda predeterminada.
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En Chile los exportadores privados de algunos recursos naturales se benefician de la actual “enfermedad holandesa”, consistente en que el boom de una parte de los exportadores, ahoga al resto de la economía.
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Este sector lo dominan empresas multinacionales y grandes exportadores nacionales que por esta vía aceleran la concentración de la riqueza. Mientras ellos gozan de precios record e inusitadas ganancias, les afecta muy poco la apreciación artificial del peso, en tanto las industrias manufactureras y agropecuarias pequeñas y medianas sufren una pérdida de rentabilidad no compensada por el precio de sus bienes exportados.
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La revaluación artificial del peso es entonces resultado de un boom de un sector exportador que ha gozado de bajas regulaciones tributarias, laborales y ambientales, y que ahora se benefician del alza de sus precios de exportación. A la vez también los especuladores internacionales con su entrada incontrolada y de magnitudes desmesuradas aumentan aún más la sobrevaloración del peso.
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Conjuntamente con el control del mercado cambiario se requiere una nueva política más activa y reguladora de las grandes exportadoras de nuestros recursos naturales que están obteniendo ganancias exorbitantes, de las que muy poco se beneficia la gran mayoría del país. Particularmente en el caso del cobre y otros minerales, Chile podría en estos momentos obtener beneficios más permanentes si aprovechara su posición privilegiada en el mercado mundial que le permite asegurarse en forma estable de un precio favorable del metal rojo que se traduzca en altos ingresos permanentes para el estado chileno y para que no vuelva a ocurrir la sobreproducción que, por la falta de control sobre las transnacionales, hundió el precio entre 1997 y 2003 y trajo efectos muy negativos al país. Por ejemplo, se debería establecer un verdadero royalty que en algunos países alcanza al 15% a la exportación en bruto de recursos naturales que financie un programa de largo plazo de exportaciones no tradicionales.
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Uno de los argumentos que utilizan los economistas neoliberales para permitir la apreciación del peso chileno, es que puede frenar la disminución de la inflación. Es verdad que en teoría un dólar de importación barato reduce el costo en pesos de insumos y bienes de consumo comprados en el exterior neutralizando parcialmente el alza del precio de la energía. Pero, muchas veces ocurre que el menor costo no se traslada al consumidor final y sólo aumenta el margen de ganancia del importador. Por eso, existen otras vías mejores para controlar el nivel de precios que son compatibles con la intervención del estado en el mercado cambiario.
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Para prevenir presiones inflacionarias, las medidas para intervenir el dólar tendría que venir acompañada de la esterilización monetaria de la mayor emisión de circulante. Esto significa reducir la oferta monetaria de pesos (debido a la compra de dólares del Banco Central) por otras vías como la oferta de pagarés y otros documentos.
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De ninguna manera parece recomendable una supuesta “solución” que algunos sectores proponen como es promover una mayor salida de capitales chilenos al exterior (por la vía AFP) para “quemar dólares”.
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En realidad no tiene sentido la exportación de los ahorros de los trabajadores en un país en donde faltan esos ahorros para inversiones sociales y productivas que satisfagan demandas básicas de la gente de bajos ingresos. Además ya existe una importante y creciente exportación de utilidades de las empresas multinacionales del sector cobre, las cuales neutralizan sus menores retornos por dólar barato.
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La forma más sana de combatir la inflación es atender las necesidades de las mayorías mediante la expansión de la capacidad productiva interna, especialmente de las áreas que se están constituyendo en cuellos de botella como la energía, el agua, la agricultura y los servicios sociales.
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La reciente creación del Banco del Sur por varios estados del continente en el que Chile no se decide a participar, es otra nueva fuente alternativa y soberana para financiar proyectos de desarrollo económico para el mercado latinoamericano (hacia donde fluye y puede aumentar gran parte de la exportación industrial chilena) y para invertir productivamente el exceso de divisas que ahora se malgastan en las bolsas de especulación financiera del exterior.
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También es necesaria la concertación latinoamericana para presionar por soluciones pacíficas en el Medio Oriente y en otras regiones, factor fundamental de inestabilidad mundial que aumenta la especulación con el precio del petróleo, lo que afecta a toda la producción y al consumo nacional. Una rectificación de nuestra política interna ya anunciada, conjuntamente con un esfuerzo internacional se requieren para frenar la sobre expansión de los agro-combustibles que ocupan tierras que antes estaban destinadas a la alimentación, factor que a través del alza amenazante de los alimentos está empujando la inflación en todo el mundo.
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Como se ve, existen muchas acciones que ligan la macroeconomía con la política y que pueden favorecer la protección ambiental, la paz mundial y el desarrollo equitativo y estable de nuestras naciones.
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Por :
* Juan Cademartori D. es doctor en desarrollo económico, de la Universidad de Lovaina
* José Cademartori I, fue Ministro de Economía del gobierno del Presidente Salvador Allende
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