La idea expresada hace apenas unas horas en La Habana por el presidente venezolano Hugo Chávez acerca de promover entre los pueblos latinoamericanos la unidad por encima de la integración, relanza los cánones bolivarianos y martianos en su máxima dimensión.
Porque, ciertamente, integrarse, lograr entendimientos en temas disímiles, es importante para América Latina, pero apenas como un primer y obligado escalón. Los tiempos difíciles que vive el mundo, junto a los patrones comunes a todas nuestras naciones, demandan de mucho más, y tal vez sea esta zona geográfica de las que mayores posibilidades reales acumula para confederarse y establecer una sólida comunidad que trabaje por la justicia y obre como uno de los grandes fieles de la balanza universal.
No es una quimera ni un sueño a años luz de distancia. Hay una historia de convergencias que debe superar los regionalismos, la estrechez de mente y las miras cercenadas.
Los latinoamericanos tenemos más en común que ostensibles diferencias. Hemos corrido la misma suerte histórica. El devenir de cada colectivo humano acusa rasgos generales profundos, y quienes se alzaron por primera vez para hacernos dignos e independientes, no fueron ajenos a este patrimonio.
No por gusto los grandes próceres regionales tuvieron como premisa la convergencia. Y no fue por mera táctica de eliminar de las fronteras nacionales el terreno en manos de los que apostaban por la regresión al coloniaje.
Era comprensión arraigada de que provenimos de un mismo tronco, tenemos similares aspiraciones, enfrentamos los mismos riesgos e infortunios, resistimos a un común depredador y tenemos el deber, por tanto, de levantar nuestro muro autóctono para defendernos, crear y crecer al unísono.
Y nada mejor que relanzar esas ideas en medio de una ceremonia donde se siguieron añadiendo pivotes a la identificación cubano venezolana como uno de los actuales nudos claves en el fomento de la Patria Grande.Y a pocos días de haberse rememorado la figura y la trayectoria de otro prócer latinoamericano de pura cepa, el Comandante Ernesto Guevara, cuya caída hace 40 años no ha dejado de ser otra guía fundamental en el empeño por la unidad profunda de nuestros pueblos.
No es un empeño fácil. Habrá que vencer la resistencia de un vecino imperial en cuyos arsenales la división es un arma clave, y habrá que arrollar también los egoísmos de aquellos que entre nosotros nunca han entendido ni amado la obra colectiva. No obstante, los pasos se abren y las cimas están hoy más cerca.
Por : Néstor Núñez